Aún quedan trazos de navaja enamorada en ese viejo tronco,
aún sigue la corteza aspera como asperos son los recuerdos.
No mienten las fauces del lobo cuando se disponen a devorar,
aunque si su vestido de oveja, escribiendo sin certeza.
Como el felino de Schrodinger, no conozcen su condena
pero la inquietud le lleva hasta el umbral de la demencia
son como surcos en la arena, que al seguirlos se van con el temporal.
Siempre necesitamos la decadencia para levantar la cabeza,
siempre necesitamos el mar para echar a volar.
...y volar, y dejar esta ciudad.
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